Sobre las Utopías y los Proyectos, 2005

Texto escrito para el catálogo de Zelle 2005, Nössen, Alemania

Se ha extendido en los 90’s la idea de que el sistema político migraría inexorablemente hacia la disolución de los estados nacionales, la instauración de la relación directa entre las empresas o grupos de poder económico entre sí. Siguiendo con esa línea de pensamiento, la democracia (aceptada como el mejor sistema para el mundo occidental) debiera pasar a ser “electrónica” y atomizada, es decir que el electorado expresaría su voluntad respecto de los distintos temas desde su puesto de consumo/producción/servicio en forma continua, puntual e incorpórea.

Cuesta imaginarse bajo esas reglas el destino de más de la mitad de la Humanidad solo mencionando su imposibilidad de acceder a dicha red. Queda sólo la perspectiva colonial, en donde sólo una tercera parte de la población mundial está “dentro del sistema”, otra tercera parte es “colonizable”, y el tercio restante ya no importa a nadie.

Liberado el Mundo de la contraposición de sistemas político-económicos, el aspecto clave pasaría a ser el control de los recursos naturales, llámense petróleo, agua potable, proteínas, oxígeno, vías navegables, mano de obra barata, etc.

Según Herbert Marcuse el fin de las utopías ocurre sólo cuando las mismas se concretan. Solo en ese momento perderían su energía potencial, la cual (aceptando el principio físico de conservación) se acumula como en una batería o en un estanque y puede transformarse en energía cinética en los momentos de cambio/revolución.

Hoy día se visualizan innumerables agrupaciones, colaboraciones y redes de interés que tienen claramente una posición crítica respecto del Sistema.

Estas células, a su vez, aprendiendo de la mecánica del crecimiento de los virus, tratan de adoptar la naturaleza táctica de los “anticuerpos” para adaptarse permanentemente y evolucionar nuevas estrategias de acción, contaminación y reproducción.

En contraposición a una concentración hegemónica del poder, la aparición de núcleos de interés anti-sistema es cada vez más incipiente, aunque todavía falta mucho por perfeccionar respecto de los mecanismos de comunicación, asociación y enriquecimiento por debate de ideas.

Una civilización construida sobre las redes de información pareciera ser una utopía (por su vinculación con los no-lugares) por la inexistencia de las referencias geográficas, la desaparición de la cardinalidad y de las distancias. Pero la red de comunicaciones no es una construcción utópica en sí misma. Es solamente un no-lugar desde el punto de vista geográfico.

Pero desde el punto de vista socio-político, la utopía es una construcción de la intelectualidad del hombre. Ya no es una red mantenida por la energía eléctrica y con comportamientos y reglas propias, sino una concepción que se encuentra en cada una de las mentes de quienes las formulan. Están en ese no-lugar topográfico que es la mente de todos, pero tomadas individualmente.

Parafraseando a Benedetti, en lugar de hablar sobre “la muerte de las utopías” deberíamos preguntarnos si las que pensamos no fueron suficientemente “intrépidas”, animándonos a idear otras más atrevidas que las anteriores.

Tampoco podría afirmarse que la sublimación de una utopía colectiva sea el fin de las infinitas utopías que las mentes de cada individuo de la Humanidad pueden continuar creando.